Entre promesas vacías y realidades: la encrucijada laboral de Colombia.
Por Claudia Arregocés, Directora
Lo que ocurrió en Rionegro, Antioquia, durante el foro “Por los municipios de Antioquia”, va mucho más allá de un simple encuentro político. Allí, el expresidente Álvaro Uribe Vélez puso sobre la mesa una verdad que el país no puede seguir ignorando: la reforma laboral que impulsa el presidente Gustavo Petro no solo es insuficiente, sino peligrosa para el futuro de millones de trabajadores y sus familias.
Uribe no se anduvo con rodeos. Denunció cómo el Gobierno intenta desviar la atención de los verdaderos problemas con una Consulta Popular, mientras millones de trabajadores informales y un 27% de jóvenes que ni estudian ni trabajan quedan completamente olvidados en la reforma. Y tiene razón: ¿de qué sirve una reforma que no toca la realidad de quienes más necesitan soluciones?
Más grave aún es el impacto económico que traerá. El recargo nocturno, que ya ubica a Colombia entre los países con los costos laborales más altos de América Latina, amenaza con desincentivar el empleo formal y empujar a más empresas hacia la informalidad. Es un lujo que nuestro mercado laboral no puede permitirse.
Pero en Rionegro también se escucharon voces de esperanza. Sindicalistas como Luis Giovanny Rúa y Luis Fernando Cadavid demostraron con sus testimonios que sí existen modelos que fortalecen la relación entre trabajadores y empresas. La figura del contrato sindical, lejos de ser un retroceso, ha traído beneficios concretos para los trabajadores, y es hora de que el país mire hacia estas alternativas con seriedad.
Uribe, fiel a su estilo, fue claro al señalar que la reactivación económica no vendrá de más impuestos, sino de liberar el bolsillo de los trabajadores y empresarios. “Es mejor un peso en el bolsillo del trabajador que en impuestos para la burocracia”, sentenció. Y no le falta razón: los colombianos ya sienten cómo los altos impuestos devoran los aumentos salariales y encarecen el día a día.
Al final, este debate no es entre un Gobierno que dice defender a los trabajadores y una oposición supuestamente alejada de sus intereses. Es entre promesas vacías que ilusionan sin fundamento y propuestas realistas que buscan proteger el empleo, mejorar las condiciones laborales y respaldar al empresariado colombiano.
La encrucijada es clara. Ahora, le corresponde al país decidir si quiere seguir el camino de las ilusiones o apostarle a una alternativa que, aunque menos populista, ofrece soluciones sensatas y sostenibles para todos.
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