Geopolíticas de las tierras raras: por qué las potencias miran a Latinoamérica
Por Gabriel Briñez
Periodista, Combo Tropical Noticias
En medio de la carrera global por la transición energética, la inteligencia artificial y la industria tecnológica, un grupo de minerales ha pasado de ser casi desconocido a convertirse en uno de los activos estratégicos más codiciados del planeta: las tierras raras. Estos 17 elementos químicos, fundamentales para fabricar desde baterías de autos eléctricos hasta turbinas eólicas y misiles guiados, están marcando una nueva etapa de la geopolítica global. Y Latinoamérica está en el centro del mapa.
¿Qué son y por qué son clave?
Las tierras raras no son en realidad tan escasas, pero su extracción y procesamiento requieren tecnología costosa y procesos complejos. Países como China han dominado históricamente el mercado, controlando más del 80% del refinado global. Sin embargo, con la creciente demanda de energías limpias, chips y dispositivos inteligentes, Estados Unidos, la Unión Europea y otras potencias buscan diversificar sus fuentes de suministro.
Latinoamérica: el nuevo tablero estratégico
Países como Brasil, Bolivia, Argentina, Perú y Colombia cuentan con reservas importantes de minerales estratégicos, incluyendo tierras raras. Esto ha despertado el interés de potencias que ven en la región una oportunidad para asegurar el suministro sin depender de Asia. Los recientes acuerdos entre gobiernos latinoamericanos y empresas de Estados Unidos, Canadá y Europa son prueba de esta nueva dinámica.
¿Riesgo u oportunidad?
La entrada en escena de estas potencias puede significar una oportunidad para el desarrollo tecnológico y económico de América Latina, siempre y cuando los gobiernos negocien con soberanía, visión ambiental y beneficios claros para las comunidades. Pero también existe el riesgo de repetir patrones de extractivismo sin desarrollo local, en medio de disputas geopolíticas cada vez más tensas.
Conclusión
Las tierras raras han dejado de ser un tema de científicos para convertirse en una cuestión de poder global. En este nuevo escenario, América Latina no puede permitirse ser solo un espectador o proveedor pasivo. El futuro de la región podría depender de cómo se juegue esta partida.
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